En lo que parece ser un movimiento estratégico para la última etapa de su mandato, el presidente Gustavo Petro prepara un remezón ministerial que afectaría a dos de las carteras más sensibles: Vivienda y Cancillería. Los nombres de Helga Rivas y Rosa Yolanda Villavicencio son los que más suenan para salir del Gabinete, en una decisión que tendría su origen en un tenso enfrentamiento público y en la percepción de una diplomacia estancada.

El episodio que selló la suerte de la ministra Rivas fue el consejo de ministros televisado. Su decisión de cuestionar al Presidente frente a las cámaras—recordándole las crisis de agua y vivienda y oponiéndose a la prioridad de los aviones Gripen—fue respondida con una severidad que los cercanos interpretaron como una sentencia. El mensaje fue claro: las disidencias públicas no serán toleradas.

Por su lado, la canciller Villavicencio pagaría el precio de una política exterior que, en la visión del mandatario, carece de la contundencia necesaria. La molesta ausencia de un embajador en Washington y la percepción de que la agenda exterior “no está siendo defendida” apresuraron su cuenta regresiva, que también podría incluir al embajador Daniel García Peña.

Este doble movimiento no es solo un cambio de personas. Es un mensaje. Al buscar reemplazos con perfil técnico-político para Vivienda y una figura de peso para Cancillería, Petro intenta sacudir la imagen de burocratismo y proyectar un nuevo impulso para cumplir metas sociales urgentes y recomponer la vital relación con Washington. El tablero ministerial se mueve, y con él, la estrategia para el tramo decisivo del gobierno Petro.